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Más dura fue la caída bursátil del 87

Cómo dejó escrito Azorín: “Vivir es ver volver”. No tenemos la bola de cristal de lo que hará la bolsa de aquí a un año, ni a un mes, ni tan siquiera a un día. Pero podemos girar la vista atrás y conocer qué ha ocurrido anteriormente. Eso es precisamente lo que ha hecho el profesor de IESE Business School, Pablo Fernández, quien al albur de lo ocurrido con la expansión de la pandemia del coronavirus Covid-19, ha elaborado un reciente paper, en el que analiza la evolución de la bolsa española desde nada menos que 1940.

Pues bien, observando la evolución bursátil de los últimos 80 años, se corrobora que el mercado español ya había tenido descensos muy superiores a los del mes de marzo de 2020. En concreto, el descenso bursátil de este mes – en torno al 23%, hasta el 27 de marzo- es el segundo mayor en términos mensuales y trimestrales. Pero ha habido varios semestres con mayores descensos -que el terminado-, en los años 1977, 1987 y 2009, entre otros. Precisamente octubre de 1987, con su famoso lunes negro, fue el peor mes de la historia de la bolsa española, con una caída del 28%. Significativamente muchos economistas coinciden en ver más similitudes de la actual crisis con la de 1987, frente a los que apuntan a otra gran recesión como en 2008. Sea cómo fuere la caída de este año ha sido muy fuerte, y nos ha dejado a todos una sensación de vértigo de la que debemos sobreponernos para aprovechar las oportunidades que nos dan compañías de gran calidad a precios bajos.

Fernández toma como ejemplo otro crac en los mercados: la crisis debida a la burbuja de Internet; dónde tras el máximo histórico de febrero de 2000, el Índice General de la Bolsa de Madrid (IGBM) descendió un 48,7% hasta septiembre de 2002. ¿Cuánto tardó en recuperarse –puede preguntar un atento lector-? Los hechos nos dicen que en diciembre de 2005, el IGBM ya estuvo un 2% por encima del nivel de febrero de 2000. Que el lector estime si ese plazo es mucho o poco, en función de sus objetivos de inversión. A nosotros no nos parece mucho a juzgar por el horizonte temporal con el que aconsejamos invertir a nuestros partícipes en renta variable (un mínimo de seis años) o en renta fija (un mínimo de 1 a 3 años).

Precisamente si nos vamos al terreno de la renta fija, crisis como la desatada por la deuda soberana de los estados europeos en los años 2012-2015 nos albergó rentabilidades de doble dígito para nuestras carteras de bonos corporativos y gubernamentales. Y más recientemente, vivimos una situación muy parecida dónde sacar pingües réditos con los precios de la deuda catalana, a colación del desafío soberanista de 2018.

Las noticias positivas, en forma de menor número de contagios y fallecidos en las principales potencias, y el progresivo y paulatino restablecimiento de la actividad productiva y comercial, llegarán relativamente pronto, y nos cogerán en la mejor de las situaciones para aprovechar la coyuntura: con grandes compañías de una extraordinaria calidad muy bien compradas. No tenemos ninguna duda.

Nosotros coincidimos plenamente con el análisis que realiza el profesor de IESE, y a la luz de los hechos y los datos, sabemos que, con el tiempo, la actual coyuntura será vista cómo una gran oportunidad de inversión –probablemente única en nuestros más de 25 años de trayectoria profesional de cada uno de los socios de Buy & Hold-, tanto en los mercados de renta variable como de renta fija.

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