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Más allá de las tarifas y las reformas: cuando no se tiene acceso a la electricidad

Llevamos días en plena polémica con la entrada en vigor en España de la nueva tarifa que regula el consumo de electricidad, pues el incremento de los precios ha suscitado la indignación de amplios sectores de la sociedad española. Entre tanto, hay otros países cuyos ciudadanos no pueden permitirse el acceso a este bien que en nuestro país consideramos de consumo básico, como bien nos recuerda María desde Rimkieta: “La realidad de Burkina es ciertamente desalentadora: tan sólo el 45% de la población tiene acceso a la electricidad, siendo solamente un 30% de su consumo producido por la propia Burkina, que necesita importar el 70% restante de Ghana y Costa de Marfil, hecho que eleva el coste de la electricidad a 20 céntimos de euro el kilovatio-hora”.

La Fundación Amigos de Rimkieta (FAR), de la que somos patronos, trabaja en el barrio más pobre de Uagadugú, la capital de Burkina Faso. Allí, la gran mayoría de las casas no tienen instalación eléctrica, es decir, no permiten cosas tan cotidianas para nosotros como poner a cargar el móvil, porque no hay enchufes. Ni tampoco encender las luces cuando anochece, porque no tienen interruptores. Ni una nevera donde poder conservar los alimentos, un ventilador para soportar el calor… “Y por supuesto, nada de lavadora, televisión, ordenador o wifi, que son auténticos lujos por estos lares. ¿Os podéis imaginar pasar tan sólo 24 horas en estas condiciones?”, nos pregunta María.

La FAR actúa sobre el terreno desde 2007, aunque algunos de sus miembros llevan más tiempo en Burkina Faso. Nos cuentan que en los últimos 16 años el acceso de la población a fuentes de electricidad ha ido a peor en el país, de ahí que esté obligado a importar energía de otros países africanos, con el consecuente impacto sobre los precios, todavía más elevados que los que tenemos en España. Tampoco ha ayudado el hecho de que el país esté atravesando una sequía y la irrupción de la pandemia, ya que ha obligado a parar la construcción de una nueva planta de energía solar que ya estaba en marcha.

Los pocos que sí tienen acceso a la electricidad no quedan exentos de problemas, pues la conexión es de mala calidad. Desde la FAR nos cuentan que solo en 2019 se produjeron 150 cortes de electricidad, es decir, un apagón cada dos días y medio. “El corte de suministro eléctrico implica incontables pérdidas para los pequeños comerciantes que dependen de ella, un aumento de la inseguridad alimentaria, debido a la mala conservación y daños en los aparatos eléctricos”, nos cuenta María.

Sin electricidad no hay progreso

Son múltiples los efectos de esta falta de electricidad sobre los habitantes de Burkina Faso, pero desde la FAR nos detallan aquellos que les afectan directamente, como la caída del rendimiento escolar, ya que los alumnos tienen que soportar clases a 45º grados en aulas que pueden llegar a tener hasta 100 personas, sin contar ni siquiera con un ventilador. En el caso de las niñas, muchas empiezan su jornada mucho antes de ir a clase, pues tienen la obligación de ir a buscar leña a primera hora de la mañana para poder cocinar.

A esto, sumemos el hecho de que después de clase muchos tienen que recorrer a pie largas distancias para volver a casa y, cuando llegan, con suerte pueden disponer de una hora de luz para poder estudiar y hacer los deberes. “Sigue maravillándome ver cómo, al caer la noche, jóvenes estudiantes aprovechan cualquier punto de luz, como, por ejemplo, las farolas de las vías asfaltadas del centro de la capital, para sentarse en el suelo con sus apuntes para estudiar”, nos cuenta María. Una de las iniciativas que ha impulsado la FAR es la introducción de bicicletas entre los habitantes de Rimkieta para poder atajar estos y otros problemas, como os contábamos en una entrada anterior de nuestro blog.

Algunas de las actuaciones que ha realizado la Fundación para paliar la falta de acceso a la electricidad ha sido la instalación de una gran pizarra iluminada con una bombilla en el exterior del edificio del Cyber de la CCB (Comunidad Cristiana de Base), para que los chicos puedan estudiar allí. También la instalación de un pozo y la creación de la Placita, un espacio arbolado que pueda actuar como punto de reunión de los vecinos.

En la Fundación también han podido instalar un sistema de convertidor de tensión y baterías que permite trabajar cuando se produce la caída del suministro, lo cual lleva a María terminar con esta reflexión, que compartimos: “Me doy cuenta, de que sobrevivir a los cortes de electricidad es en sí un lujo, en la medida en que significa que tenemos electricidad”.

Puedes conocer más sobre la Fundación Amigos de Rimkieta y la labor que desarrollan con nuestra colaboración en Burkina Faso a través de su página web.

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